En
el siglo XVII llegó a Cazorla una ilustre familia,(Fernández
Angulo y Sandoval), que adquirieron para su sepultura una capilla en
la Parroquia Mayor de Santa María de Cazorla, dotándola
de elementos para el culto y de un cuadro que presidía el altar
y que representaba la imagen de Cristo muerto en la Cruz, situando
a sus pies a una pareja de orantes, seguramente el matrimonio propietario
de la citada capilla. Este Cristo fué titulado del Consuelo
y pronto sería centro de la devoción de los cazorleños.
Dos
hechos trágicos contribuyeron al incremento de esta devoción:
El primero la enorme tormenta que en 1694 arrasó
parte del pueblo e inundó el templo y la plaza al obstruirse
el paso subterráneo. El agua destruyó la sacristía
y destrozó casi todas las imágenes.
Según un cronista
de la época "sólo quedó la imagen de Ntra.
Sra. de Gracia y el Santo Cristo del Consuelo, que se
sacó al otro día mojado hasta la mitad y herido de las
piedras". Este hecho fue considerado milagroso y la devoción
fue creciendo, atribuyéndose después varios milagros por
su intercesión.
El
segundo suceso de gran trascendencia fue el acontecido en 1810 durante
la ocupación francesa. En los enfrentamientos con la población
sublevada las tropas francesas incendiaron gran parte de los conventos
y ermitas, el hospital y la parroquía de Santa María.
Cuando el fuego se extinguió todos contemplaron como el Cristo
del Consuelo permanecía sin daños entre las ruinas
del templo, quedando reflejado el suceso en las actas capitulares como
milagroso.
Una
vez intentada la
restauración de la parroquia incendiada sin éxito, se
decidió el traslado de la misma a la iglesia de San José,
mientras el Cristo del Consuelo se trasladó a la casa familiar
de sus propietarios. En 1815 hay datos escritos por los que se deduce
ya se veneraba en San Francisco al Señor del Consuelo, pero ya
en un cuadro distinto que la devoción popular encargó
pintar para continuar su culto y devoción. Éste representa una
imitación del pintado por Velásquez, sustituyendo a los
orantes por un pueblo, como representanción del consuelo a todos
los cazorleños.
Hay indicios de que a finales del siglo XVIII
un grupo de fieles estaba organizado como Hermandad y que asumía la
celebración de las fiestas en honor del Cristo del Consuelo.
Y sobre mediados del XIX ya se celebraba la Novena y se cantaban los
"Gozos".
En
1859 se confeccionan unos estatutos para su sanción por el Cardenal
de Toledo y su posterior aprobación real. Se propone como hermano mayor
al Príncipe de Asturias y la Reina Isabel II, complacida, envió los
escudos de la monarquía española y de la casa de Borbón bordados en
plata que fueron colocados sobre el cuadro del Cristo, proclamando la
distinción real.
Se celebran en Septiembre, iniciándose
el día 14 con la tradicional "entrada del trigo",
pintoresco desfile en el que se ofrecen al Señor los frutos de
la cosecha, actualmente de forma simbólica y sin el auténtico
sabor de antaño. La quema de fuegos artificiales es un fantástico
espectáculo de luz y sonido en un marco idóneo para aumentar
su esplendor, y es el preludio del día grande de Cazorla,
el 17 de Septiembre: solemne fiesta religiosa, bajada del
Cuadro, y ya por la tarde la salida del Cristo del Consuelo
por las calles repletas de gente para mostrar su devoción. Peculiar
y extraño es escuchar, en el silencio del las calles estrechas,
el sonido de las campanillas de plata golpeando la tela posterior del
Cuadro y amortiguado por las cintas repletas de billetes enganchados,
promesas y peticiones, de balcón en balcón. Inolvidable
es su paso y parada en la plaza Vieja, allí donde nació
este fervor porpular que arroja a los pies de Cristo su amor,
su fé y su necesidad de Consuelo.
Ya de noche, tras volver a su iglesia de San Francisco, queda en las
calles el olor a cera y pólvora quemadas y el eco de un grito
desgarrado:
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