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Antiguo 13-Feb-2012, 07:40
Juan José Frías Mora Juan José Frías Mora está desconectado
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Predeterminado He aquí el carroñero mas representativo del Parque




Buitre común o leonado (Gyps fulvus)
Es un ave básicamente carroñera muy grande, de alas enormes, rectas y muy anchas y cola muy corta, en proporción a su tamaño. Esta silueta junto a la forma de vuelo, planeando y sin mover las alas, junto a sus hábitos gregarios, le hacen fácilmente identificable.
El apellido de “leonado” se debe a la pequeña melena que posee en la base de su largo cuello desnudo, adaptado, de esta manera para ser introducido en el cuerpo de animal.
Es habitual verlos en grandes grupos, oteando el horizonte en busca de alimento. Son carroñeros, aunque también consumen hierba, actuando de purgante básicamente para eliminar parásitos intestinales (lombrices redondas y tenias planas). Presentan un sistema digestivo fortísimo y muy resistente. Sus ácidos digestivos son muy caústicos y al regurgitar o vomitar, corroen la roca donde se depositan.
Son sedentarios, aunque los jóvenes realizan grandes desplazamientos hasta África, volviendo a sus lugares de origen.
Su actividad comienza cuando el sol calienta la tierra y se forman corrientes ascendentes de aire más caliente, usando las turbulencias que se forman para ascender e iniciar, así su búsqueda errante de cadáveres.
El sentido más desarrollado es la vista, pues el olfato es muy pobre. Con su gran agudeza visual son capaces de descubrir los cadáveres a 10-12 km de distancia o bien observar la actividad de otras aves como cuervos o urracas, indicándoles la presencia del alimento. Así y mediante una elaborada conducta de cooperación, cada buitre custodia una amplia área, manteniendo contacto visual con los que otean las zonas próximas, escudriñando vastísimas áreas.
Hasta que el cadáver no entra en avanzado estado de putrefacción no pueden comerlo, pues no son capaces de desgarrar la piel con el pico, empezando por las partes blandas como ojos, y mucosas de la boca y ano.
Son muy agresivos durante la comida, produciendo una ruidosa algarabía de gritos, silbidos, salivajos y deyecciones.
Estos últimos años y en especial por la rigurosa normativa contra el llamado Mal de las vacas locas o Encefalopatía espongiforme, ha peligrado su futuro por la falta de alimento al no poder aprovechar los cadáveres y la obligación de retirar los animales muertos. Su futuro, hoy, está mucho más despejado al suavizarse esta rígida normativa, asegurando de esta manera, la numerosa presencia de estos atractivos y necesarios necrófagos.
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