Es una etapa que se desarrolla en zonas bajas del parque natural, entre los 550 y 950 metros de altitud,
en la que hay que destacar lo escarpado del territorio, la amplitud de vistas en todo el recorrido y la
riqueza botánica y faunística de la zona. Parte de la casa forestal de la Hoya de Los Trevejiles, que es
una de las mejores del parque natural por su situación, conservación y arquitectura. Descenderemos
a lo más profundo del valle del río Guadalquivir, visitaremos el Área Recreativa Charco del Aceite, con
una excepcional zona de baño de aguas cristalinas y frías, y cruzaremos por el Puente de los Agustines,
uno de los pocos accesos a la Sierra de las Villas. Entre pinares, olivares serranos, nogales, madroñales,
lentiscares, encinares y coscojares, el sendero nos asomará al balcón natural de la Ermita de la Hoz,
contemplando extensos olivares hacia Iznatoraf, los Picos del Guijarrón (o Quijarón) y las Cumbres de
Beas, el Poyo de Andaragasca y la Lancha del Tosero.
La verticalidad de los paredones calizos nos imponen un recorrido sinuoso, los grandes buitres leonados
otearán continuamente nuestros pasos desde el cielo, mientras los ciervos, jabalíes y cabras monteses
nos sorprenderán en algunos de los rincones más bellos de este territorio. Y nos impregnaremos
de la forma de vida ancestral que mantienen los pocos habitantes de estas sierras, que han luchado
durante siglos para ganar terreno a la montaña para poder cultivar olivos, frutales, hortalizas y cereal.
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1. Km 0 - Casa Forestal Hoya de los Trevejiles
Nuestro recorrido parte de la casa forestal Hoya de los Trevejiles por la pista forestal en dirección sureste.
A escasos 300 metros salimos a una estrecha pista asfaltada, en la que debemos girar a la izquierda
en bajada. A la derecha quedan varias viviendas pertenecientes a este pequeño núcleo. En esta bajada
nos vamos adentrando en un valle fluvial muy profundo y con fuerte personalidad paisajística, en el que
predominan los pinos carrascos.
2. Km 1,2 - Carretera A-6202
Salimos a la carretera A-6202 que une El Tranco con Villanueva del Arzobispo. Iremos hacia la derecha,
y a 800 metros hay que virar hacia la izquierda. En la entrada a esta nueva pista hay cartelería que indica
acceso a Fuente Negra. El acceso se realiza por una pista muy estrecha y asfaltada, en bajada más acusada,
y pronto dejamos a ambos lados las pequeñas casitas que conforman este poblado turístico. Al
llegar a la zona más baja, hay una edificación más grande y aquí finaliza la pista.
3. Km 2,3 - Casas Bajas de Fuente Negra
Al llegar a la edificación grande, tomamos a la derecha una senda ancha que va paralela al río Guadalquivir
por su margen derecho. Al cabo de casi un kilómetro llegamos al Área Recreativa Charco
del Aceite, que es una zona con mucha sombra dado el encajonamiento del río a esta altura. El pino
carrasco empieza a compartir su hábitat con otras muchas especies, que conforman un bosque tupido
y diverso.
4. Km 3,2 - Área Recreativa Charco del Aceite
Este área queda a nuestra izquierda
y bien merece una buena parada. El
agua del Guadalquivir está remansada
y es un lugar perfecto para darse
un baño en verano o para disfrutar
de una magnífica jornada el resto
del año. El área dispone de mesas y
quiosco-bar. El paraje está muy encajado,
por lo que es muy frondoso, y
se encuentra enmarcado por pinares
que descienden de las escarpadas laderas rocosas que lo circundan. En sus frescas aguas cristalinas habita la reina de los ríos del parque, la
audaz trucha común, así como barbos y bogas de río.
En una gran roca, que se adentra en medio del cauce, llama la atención un excepcional mirador que
nos regala una vista magnífica de este singular paraje, cuyas aguas reflejan el verde intenso de la vegetación.
Según la tradición, el nombre de este paraje se debe a que, en cierta ocasión, un burro cargado
con pellejos de aceite se precipitó por el angosto camino que había entonces, cayendo a este charco y
manchándolo con el contenido de su carga.
5. Km 3,7 - Puente de los Agustines
Salimos por la pista que accede al área recreativa y desembocamos en la carretera JH-7155 a la altura de
la Venta de los Agustines, compuesta por unas pequeñas edificaciones a cuya izquierda el puente del
mismo nombre cruza el río Guadalquivir. En este punto, en verano y aprovechando los desembalses de
agua de El Tranco, es frecuente observar el descenso del río en rafting y open kayak que realizan algunas
empresas de turismo activo de la zona, que tienen este enclave como lugar de partida.
Al otro lado del puente encontramos un mural donde se representan las carreteras de la zona, y sus
parajes más importantes. A escasos 50 metros más adelante, hacia la derecha, parte una pista de tierra
por la que nos adentramos para cruzar al poco el Arroyo María, y seguir paralelos al río Guadalquivir,
ganando altura poco a poco.
Aparecen olivares, que intermitentemente nos acompañarán
durante casi todo nuestro recorrido hasta pasada la Ermita
de la Hoz. Son olivos de montaña, con pendientes muy pronunciadas.
Los jabalíes, ciervos y cabras monteses son muy
habituales, como muestra la abundancia de sus huellas, y que
podremos observar con facilidad si vamos en silencio.
La pista pronto empieza a virar y virar, retorciéndose en la
ladera por la que asciende al tiempo que las panorámicas
empiezan a ser cada vez más amplias.
6. Km 6,9 - Pista cortada
En mitad de la subida, a 700 metros de altitud y, cuando la
presencia de olivares pasa a ser intermitente, la pista aparece
cortada por un aluvión de tierra desprendida. Aquí comienza
una senda amplia, con piedra suelta, que apenas en 800 metros
desemboca de nuevo en una pista olivarera. A la derecha
contemplamos una amplia panorámica del Valle del Guadalquivir. En la otra vertiente vemos unas
grandes naves que corresponden a la Embotelladora de Agua Sierra de Cazorla (situada en la comarca
de Las Villas) y más adelante, también a la derecha, cuando nuestra pista empieza a girar hacia el sur,
contemplaremos en un alto el pueblo de Iznatoraf.
7. Km 9,6 - Senda
La vegetación se torna más diversa, aparecen los primeros pinos negrales y sorteamos numerosos paredones
verticales, repletos de buitreras de buitre leonado.
Por encima de los 950 metros de altitud, la pista por la que
transitamos gira hacia la derecha en subida, y nosotros debemos
seguir por la senda que aparece al frente, al principio llaneando,
pero pronto en descenso. Esta senda, nos adentra en
un bosque magnífico, donde el pino es el árbol más llamativo
por su tamaño, pero no es la especie dominante. Los bosques
que a partir de este momento recorremos tienen una notable
diversidad de especies tanto de flora como de fauna.
8. Km 10,5 - C ortijo los Estrechos de la Hoz
La senda desemboca en una era de piedra usada tradicionalmente
para la trilla del cereal, y nos sorprende un pequeño
cortijo, que debemos bordear, dejándolo a nuestra izquierda,
para salir a la pista de acceso al mismo. Este cortijo aún está
habitado, al igual que los que encontraremos más tarde en la
Ermita de la Hoz. Es importante ser respetuosos con los habitantes
de la zona y con sus huertos, frutales, nogales, parras, etc. Son gente muy amable y comunicativa que ha aguantado estoicamente el despoblamiento que
sufrieron estas montañas durante el siglo pasado.
A escasos 200 metros del cortijo pasamos junto a un gran nogal, al pie del cual hay un antiguo lavadero.
En este punto hay que prestar especial atención, ya que hay que descartar la pista, más transitada, que
gira hacia la derecha en subida, llegando a los Cortijos de Casa de Cuadros. Nuestra ruta, sin embargo,
gira a la izquierda. Unos 100 metros después de este cruce encontramos una puerta simple y poco consistente
que deberemos abrir y cerrar, para continuar por pista olivarera que pronto nos llevará hasta
la Ermita de la Hoz.
9. Km 11,7 - Cortijos Ermita de la Hoz
A nuestra izquierda dejamos varios cortijos que conforman este pequeño núcleo, donde al parecer
existió una ermita que dio nombre a los mismos. A partir de aquí transitaremos por una pista en buen
estado, de nuevo ascendiendo, destacando las vistas maravillosas hacia la izquierda, donde siempre
tendremos la referencia de la Risca de Guijarrón (o Quijarón) y Cumbres de Beas, e incluso en algunos
puntos la Hoya de los Trevejiles, lugar de partida.
Pronto desaparecen los olivos y continuamos por este magnífico bosque de pino negral, en subida, dejando
a la izquierda el Poyo de Andaragasca y la Lancha del Tosero, formaciones muy características, en
un paisaje en el que predominan los fuertes desniveles y las elevadas pendientes. Esa zona fue castigada
en 2005 por un incendio, de ahí el aspecto especialmente agreste del actual paisaje.
Aproximadamente a 1,5 kilómetros de la Ermita de la Hoz encontramos una barrera metálica, que
debemos cruzar sin más. Pronto salimos a carretera asfaltada, donde debemos girar hacia la izquierda.
10. Km 14,6 - Zona de Acampada Controlada Fuente de los Cerezos
Por la carretera y continuando en ligera subida, caminaremos aproximadamente 400 metros, dejando a
la derecha el Cortijo de Arroyo Martín, para finalmente llegar a la fuente que da nombre a esta Zona de
Acampada Controlada, que cuenta con buenas instalaciones para grupos organizados.
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Esta etapa cruza el río Guadalquivir, que durante siglos
no solo fue la arteria principal de la agricultura
andaluza, sino también una verdadera autopista por
donde se transportaron millones de troncos, dando
salida a la riqueza forestal de estas sierras hacia Sevilla
y otras ciudades. Los montes que hoy forman parte
del parque siempre tuvieron un fuerte aprovechamiento
forestal por la calidad de sus bosques de pino
laricio o salgareño (Pinus nigra ssp. salzmanii). Antes
de que existieran los modernos medios de transporte
y vías de comunicación, la madera salía de estas sierras
a través de los ríos.
Las conducciones fluviales de madera se vieron fuertemente
impulsadas durante el siglo XVIII, cuando
estos bosques atrajeron el interés de constructores y
armadores, como suministradores de materia prima
para la edificación civil y la construcción de barcos.
Las maderadas bajaban por los ríos Guadalimar y
Guadalquivir hacia Sevilla y por el Segura hacia Cartagena.
En el siglo XIX llegó a haber maderadas que
superaron el millón de piezas transportadas, pero a
mediados del siglo XX este sistema de transporte quedó
obsoleto ante la implantación del transporte por
carretera.
Estas maderadas podían durar varios meses y movían
río abajo importantes contingentes de pineros,
acompañados por todo un operativo de intendencia
compuesto por hateros o guisanderos, recaderos (que
llevaban las raciones diarias de comida, llamadas recados),
guardas, tenderos y pagadores. Los pineros conducían
los troncos y traviesas con un largo palo cuyo
extremo se insertaba en un gancho de hierro con dos
puntas, una recta y otra curvada hacia dentro. Por eso
también se les llamaba gancheros. Su oficio era peligroso
y exigía gran destreza y capacidad de sacrificio.
La conducción estaba muy jerarquizada. Al frente estaba
el maestro de río, bajo cuyo mando estaban los
mayorales, responsables de dos a cuatro cuadrillas
o compañas. Cada una de estas estaba formada por
doce a veinte hombres mandados por un cuadrillero.
Las cuadrillas de lantera abrían la conducción adobando
el río, es decir, preparándolo para facilitar el
paso de la madera en los lugares más accidentados
del río o en los tramos en que quedaba seco, mediante
represas, rampas y suelas, que eran canales hechos
con los mismos troncos.
Las cuadrillas de zaga tenían que deshacer esas obras
reincorporando la madera usada a la conducción, así
como liberar los troncos enganchados en los accidentes
del río y recuperar los anadones, o maderas que se
hundían en el fondo. Para todo ello debían trabajar
casi todo el día sumergidos en el río hasta la cintura.
J. Mañas Guspi hizo en 1898 todo un reportaje sobre
los pineros en el que escribía:
«Los trabajadores (...) para entenderse o transmitirse
las órdenes necesarias, tienen establecido un telégrafo
de señales tan perfecto como rápido, que se emplea
tras el silbido de aviso. Ejemplo de señales son el extender
el brazo y mover el puño cerrado, denotando que se
dé salida a la madera amontonada, o el poner la mano
abierta de frente con el brazo extendido, para que se
pase la madera, o cruzar ambas manos por encima
de la cabeza, que indica alguna desgracia personal. Si
ésta fuese la muerte (...) se para la conducción durante
todo el día, devengándose salario aunque el trabajo se
suspende».
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