Durante la carrera nos habían dicho que el pasto de los cipreses es tóxico y muy indigesto. La toxicidad radica en su resina y la presencia de ácidos irritantes por ingestión (glicólico y glicérido; éstos usados para proteger los frutales frente a las heladas) y por la presencia de taninos usados para curtir pieles. Estas sustancias, presentes en el ciprés, dota a las ramas y hojas de un aspecto y textura cérea, lo que les hace muy resistentes a las grandes heladas y también evitan la pérdida de agua, beneficiándolos durante los periodos secos. Es una forma de defensa de la planta frente a las condiciones ambientales y también frente a la predación de los animales herbívoros.
Pero, a la vista está, que esta máxima en la cabras serranas, no se cumple.
Este hermoso macho de capa rubia o marrón claro o (como dicen los cabreros)
enmelá (de color crema oscura que recuerda al tono de la miel), no tiene reparos en comer con gusto este ciprés.
Alfonso quería acercarse, pero el macho le bufó un par de veces