Ésta es otra de las antiguas cortijadas habitadas, que fue a afectada por la expropiación con la declaración del primitivo coto nacional de caza y posterior parque natural (Mojoque, Las Lagunillas, Padilla, La Solana, Los Corralillos, El Fraile, La Cabañuela, El Aguaero y otros).
Agradecer a Juan Blázquez (nacido en las Lagunillas), hoy propietario del Hotel la Moraleda y Complejo las Delicias en Villanueva del Arzobispo, a pesar de su edad y abandonando sus obligaciones, nos acompañó y guió en este entrañable recorrido, deleitándonos con múltiples recuerdos y anécdotas.
Esta, es una ruta muy sencilla y realmente preciosa pues asciende casi desde el borde del pantano (situado a 700 metros) hasta los cortijos de las Lagunillas, con una altitud de 1400 metros. Se salva una importante pendiente, obteniendo una maravillosa panorámica de la Sierra de Segura, con el pantano del Tranco a sus pies.
Partimos desde el carril que arranca desde la Casa forestal de los Casares, km 66 de la carreta A-319 (poyato del km 34 de la antigua señalización). Una de las de mayores y mejores construcciones forestales. Ésta era la casa principal dedicada a la gestión del Coto. Con un acabado sólido en madera y piedra, un auténtico lujo para la época, disponía de casa para los guardas y casa independiente para los ingenieros responsables de su gestión. Además de piscina y una gran vivero en la zona baja y un delicioso paseo, jalonado de cipreses y árboles de sombra, que discurría desde la casa hasta el borde del pantano.
Justo aquí, se liberaron los dos primeros machos de ciervo, usados como sementales reproductores. Estos animales tenían su nombre Panzanegra y Perote. A la suelta, además de asistir los responsables del coto Nacional y las autoridades de la época, vino el sacerdote de Hornos de Segura, para bendecir tan notable acto, pues estas tierras pertenecen a su término municipal.
Remontamos el carril describiendo grandes candongas, para así, ir salvando la gran pendiente de este tramo. Cruzaremos “el Torco”, un pequeño torcal, que cruza una trinchera del camino. Un hábitat muy húmedo, con rocas cubiertas de musgo y un frondoso encinar. Unos metros más arriba, una fuente cruza el camino, es la Fuente Serval. Por debajo del camino, aún se mantiene el serval que da nombre a la fuente y aunque maltrecho por el fuego, se salvó del incendio. El camino llanea en dos hermosos claros del monte; Prao Saltos y el Poyo del Zorro, para llegar al collado Serval. Desde aquí una hermosa vista del paraje del Robledo, una zona de quejigos (robles los denominan los serranos). Tenemos enfrente el collado de la Semojá, con su picacho y su cenajo para guardar ganado.
Desde aquí parte un antiguo camino que asciende a las Lagunillas, el camino de la Asperilla (una asperilla es un topónimo habitual en el lenguaje serrano, usado para identificar un paso estrecho sobre roca, sobre una elevación, un voladizo de mayor o menor altura). El arranque se aprecia con facilidad, aunque se encuentra muy desfigurado por acción del incendio de 2005. Aunque es muy fácil despistarse pues describe un recorrido que zigzaguea por el paraje del Arca, La Hoya de los Conejos y varios barrancos menores, para llegar a la cortijada de las Lagunillas.
En las zonas de cultivo encontramos la Hoya del Tío Ambrosio y por encima de ella, el Peazo del Tío Vicente. A la derecha de estos antiguos cultivos, existe un pequeño y oculto recinto delimitado por una gargantilla, denominado la Cubilla. Era usado para ocultar parte del ganado doméstico, sobre todo cerdos, pues se pagaba una tasa al ayuntamiento de Pontones, en función del número y edad de los animales. Cuando el tasador visitaba los cortijos, parte de los animales eran escondidos en éste y otros lugares, evitando parte del pago.
La llegada a las eras, que son dos, es un regalo para la vista. Unas sólidas construcciones en piedra, en medio de zonas de cultivo, regadas por un generoso manantial y de fondo, al sureste, la sierra de Segura con Hornos y Segura de la Sierra como máximos exponentes de esta hermosa vista.
En la zona de huertas, junto a los cortijos varios “peazos”. En la mitad unos peñones blancos, las Piedras del Noguero. Aquí había un noguero, de nueces más gordas y una noguera, con frutos de menor tamaño. Junto a éstos, el peazo de las crillas tempranas (denominación serrana de las patatas) y los poyatos de arriba y de abajo, junto al peazo del Tornajo. Junto a las casas existe un antiguo tornajo de madera, donde se conducía el agua desde el manantial principal, por medio de una acequia cubierta de tejas, para evitar que los animales ensuciaran el agua. Aquí y bajo una “cornita” (cornicabra) se recogía el agua para beber y lavar los utensilios de comer.
Más al noroeste, otro pedazo de tierra era la Manguilla, que se regaba con otro pequeño manantial; la fuente del Chorrillo.
Tras disfrutar de estos paisajes, nos dirigimos al norte, sobre pasando el manantial de las Lagunillas para salir por el Torcal, que encuentra bajo el Morro de la Covacha, al que le sigue el Boquete de Enmedio, el Morro del Agreal, el boquete homónimo, el collao de los Aires y el Morro del Aire.
Descendemos ahora rápidamente por la pista que arrancó desde los Casares, saliendo de este idílico lugar por la Era Alta y la Covachilla, bajo las Hoyicas, unas zonas también cultivadas antaño, despidiéndonos por las Hoya de las Carrascas, que vuelve a mirar al este; a la Sierra de Segura.
El carril se vuelve muy pendiente en el paraje del Canalón, cuya izquierda existen varios abrigos o covachas donde habitaron familias de gitanos. A la derecha el Chorreón, una gran cascada abierta en la mitad de una enorme pared de roca; Los Losares del Canalón y del Collao del Hornico. Volvemos por la Cerrá al paraje del Robledo, tras pasar las Talas y por El Cubo al collao Serval, descendiendo rápidamente a los Casares.
