El castillo de Toya es denominado como
tal por los restos de una torre o fortificación con sillería ciclópea y en
principio adscrita a la cultura musulmana. Otros investigadores suponen su
origen en influencias bizantinas en tiempos de los visigodos. Sea cual fuere
su origen, en esta construcción hay reutilización de elementos romanos e
ibéricos. Quizás los restos que hoy quedan pudieran ser bizantinos,
musulmanes o romanos, pero no nos cabe duda que en niveles inferiores
encontraremos huellas de origen ibero y romano.
Toya es ante todo un ópidum ibérico con
restos de fortificación y cerámicas correspondientes al el S. V-IV a. C. y
cuya máxima expresión cultural se encuentra en los cercanos cerros de la
Compañía y de la Horca, lugares donde se ubican algunas de sus necrópolis o
tumbas, como las de la cámara escavada en roca del cerro de la Compañía o
la famosa cámara de Toya en el cerro de la Horca. La ubicación de Toya en
época ibérica se corresponde con una planificación del territorio de estos
poblados que generalmente se ubicaba a la entrada de los valles de los ríos,
afluentes del Guadalquivir o subsidiarios de estos, en nuestro caso el rió Bejar afluente del Guadiana
Menor y este en el Guadalquivir. Se ha presupuesto que el castillo de Toya
fuera un asentamiento con un amplio territorio que controlaba todas las
campiñas orientales, sin embargo después de las prospecciones llevadas a
cabo en el valle del Guadalquivir y en parte del Guadiana Menor,
podemos pensar en una red de asentamientos o poblados ibéricos distribuidos
a lo largo de los valles y las vías de comunicación entre el sudeste y la
alta Andalucía, donde Toya, Castellones de Ceal, Úbeda la vieja, etc.
formaban parte de una planificación del territorio en un momento dado del S.
IV-V a. C.
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