1. Km 0 - Refugio de Campo del Espino
La etapa comienza en el refugio de pastores de Campo del Espino, a 1700 metros de altitud, en medio
de la imponente altiplanicie de Los Campos de Hernán Perea, el reino de la oveja de raza segureña, un
vasto territorio con una elevada altitud y casi desarbolado. Iniciamos la etapa siguiendo el camino señalizado
en dirección noroeste, teniendo a nuestra derecha la cuerda montañosa de Pinar del Risco, de
laderas escarpadas cubiertas por pinos laricios, y al que nos vamos aproximando de manera oblicua. Al
cabo de 1,2 kilómetros pasamos una barrera que impide el paso a vehículos. Las vistas son amplísimas.
A partir del kilómetro 2,2 caminamos por una cañada, siendo el camino menos panorámico que antes,
y apareciendo pinos dispersos y enebros rastreros.
2. Km 2,9 - Hoya del Ortigal
Llegamos a este pequeño llano rodeado de cerros donde hay un importante cruce señalizado de caminos.
Hacia el norte, siguiendo el GR 7, iríamos hacia el nacimiento del río Segura y Pontones. Una parte
de ese camino, hasta el fantástico mirador de Juan León hasta cerca del nacimiento, está incluido en el
GR 247 como derivación 6. Nuestra ruta, sin embargo, continúa hacia el oeste, coincidiendo con el GR
7 hasta Coto Ríos, que haría de enlace directo con la etapa 17.
Al atravesar la hoya pasamos otra barrera y el paisaje cambia radicalmente. Comenzamos a internarnos
en el bosque, abandonando la severa sobriedad de Los Campos para iniciar un largo descenso que acabará
en el valle del Guadalquivir, a unos 1000 metros menos de altitud. Comenzamos el descenso por
una estrecha cañada entre rocas y pinos. Abunda el majuelo y aparecen algunos arces, mientras en el
cielo es fácil ver buitres y algunos muflones pueden sorprendernos.
En el kilómetro 3,5 finaliza la cañada y, según el camino vira hacia la derecha, las vistas se hacen mucho
más amplias, teniendo en primer plano los picos de la Morra de Las Hormigas y La Molata, ambos de
algo más de 1600 metros de altitud, hacia el suroeste los farallones de El Banderillas y al oeste, a lo lejos,
la Sierra de Las Villas, al otro lado del Guadalquivir. Abajo, a nuestra izquierda, aparece la aldea despoblada
de La Hoya de Albardía, por la que pronto pasaremos. En el kilómetro 3,9 encontramos un hermosísimo
tornajo, hecho con varios troncos de pino laricio, grandes y rectos, con los que antiguamente
se hacían los abrevaderos para el ganado de manera artesanal. Es un buen lugar para aprovisionarse de
agua. En el kilómetro 4,3 abandonamos el camino que llevamos y giramos bruscamente a la izquierda
para bajar a la aldea. Si siguiéramos de frente, en dirección norte, iríamos hacia el Collado de Los Frailes,
y más allá se bajaría hasta el excepcional paraje de la aldea de Los Centenares, también despoblada,
a través de sendas por las que no conviene aventurarse si no se conocen. Esta aldea, como las de Los
Miravetes y Las Canalejas, todas despobladas, constituyen no solo unos parajes de belleza inenarrable,
sino también importantes hitos en la memoria colectiva de la comarca de Segura, ya que su abandono
fue forzado por el Estado cuando se creó
el Coto Nacional de Caza de Cazorla-Segura
en los años 60 del siglo XX. Esta parte de la
sierra fue deshumanizada de manera coercitiva
para dedicarla prioritariamente a la caza
mayor, creando un innecesario conflicto de
dramáticas consecuencias humanas y sociales
en un tiempo en el que los españoles carecían
de los derechos democráticos que hoy
consideramos elementales.
Siguiendo nuestra ruta, bajamos con rapidez a la aldea de La Hoya de La Albardía caminando a un lado
y otro del arroyo cuyas aguas dieron vida a la aldea.
3. Km 5 - La Hoya de La Albardía
Esta aldea, a 1460 metros de altitud, está compuesta por unas cuantas casas, humildes y ya en ruinas,
bajo las que se extiende una estrecha y preciosa vega. Es un lugar muy especial en el GR 247 porque
esta aldea está igualmente deshabitada desde la misma época que las que antes citamos. Conociendo
la dramática historia de sus antiguos habitantes, entenderemos mejor el actual paisaje de los lugares
que estamos recorriendo, probablemente con un sentimiento agridulce, en el que se mezclan la tristeza
por un pasado muy duro y la sensación de plenitud que produce la armonía del paisaje, con sus
antiguos bancales de sembradura, los frutales y
nogueras, las pequeñas choperas junto al arroyo,
todo ello rodeado de montañas cubiertas
de bosques.
Atravesamos la nava siguiendo las balizas, ya que
el camino no está muy definido, y teniendo el
arroyo a la izquierda. Es frecuente la presencia de
gamos y muflones en esta veguilla, sobre todo
en invierno. Al llegar a una pequeña chopera hay
que cruzar el arroyo, fijándonos en las balizas.
Cuando acaba la veguilla salimos de ella rodeando
la base del cerro que tenemos a la izquierda,
en suave ascenso y siempre fijándonos en las balizas.
Veremos unos chopos y un cortijo. Atravesamos unos amplios bancales y pasamos junto a la Tiná de
Las Hoyas, que está señalizada como tal.
4. Km 5,9 - Senda de Los Horcajillos
Justo al pasar la tiná, sale de frente una estrecha senda señalada con una baliza, que hemos de tomar.
En este punto apreciamos un nuevo y brusco cambio de ambiente. Dejamos atrás el paisaje suave y
humanizado de Las Hoyas y descendemos internándonos otra vez en el bosque por una pequeña senda
por la que recorreremos un largo barranco, por el paraje conocido como Los Horcajillos. A menos de
cien metros hemos de cruzar al otro lado del mismo, fijándonos bien en las balizas, y a partir de ese
momento el arroyo quedará a nuestra derecha. Poco a poco el barranco se va ensanchando y nuestra
senda quedando a mayor altura sobre el arroyo, siempre entre pinos. Al frente y a lo lejos, aparecen las
rocosas montañas de la Sierra de Las Villas, mientras por la derecha las cresterías de la Morra de Las
Hormigas y del Puntal de Las Cabras asoman sobre sus laderas pinariegas. Según bajamos, los pinos
laricios o salgareños se tornan más altos y robustos, siendo acompañados por enebros y sabinas moras.
5. Km 7,3 - Collado
En este punto nuestra senda gira a la izquierda y cambia de vertiente, quedando abajo a la derecha, en
el barranco que abandonamos, el Cortijo de Cubero, también despoblado. Las vistas en este collado son
impresionantes, pues tenemos a la izquierda, bien cerca, los espectaculares farallones de El Banderillas.
La senda baja a partir de aquí con pendiente más acusada y hace continuos quiebros. El pinar de laricio
se vuelve más cerrado, por lo que perdemos las vistas hacia El Banderillas. A la derecha tenemos el Castellón
de Los Toros, cuya característica plataforma rocosa que lo corona apenas vemos desde aquí, pero
que es inconfundible desde lo alto de El Banderillas y desde otros muchos puntos. En nuestra senda
abundan las sabinas y, cuando llegamos al fondo del barranco, aparece boj junto al arroyo.
6. Km 8 - Cruce al Cortijo de La Fresnedilla
En este punto surge a la izquierda una minúscula senda con una baliza de dirección equivocada. Conviene
desviarse por ella unos metros y llegar al pequeño cortijo de La Fresnedilla, abandonado hace
ya muchos años. Es un lugar de una extraordinaria belleza en el que merece la pena detenerse con
tranquilidad, porque es uno de los puntos más atractivos del GR 247, ya que lo más agreste se combina
con los testimonios del poblamiento humano que hubo en el lugar hasta los años 70 del siglo XX. El
último morador de La Fresnedilla fue Máximo Fernández Cruz, apodado «El Cojo de la Fresnedilla»,
que resistió hasta el final contra la expulsión forzada de las personas que vivieron en estos valles hasta
la década de los 60 del siglo XX y acabó siendo encarcelado. Contemplaremos viejos bancales, grandes
nogales y algunas ruinas, todo ya abandonado, pero lo que más impresiona es la majestuosidad del
lugar en que vivieron sus antiguos pobladores, casi al pie de los altos y verticales paredones de El Banderillas,
una de las montañas más altas del parque natural. Rapaces y grandes ungulados, como ciervos,
cabras monteses y gamos, son frecuentes de observar. De los mismos paredones de El Banderillas, en
la Cueva del Nacimiento, nace el río Aguamulas, cuyas aguas rompen en algunas ocasiones formando
espectaculares cascadas, que no se ven desde nuestra ruta.
Volviendo a nuestra senda, cruzamos el arroyo y enseguida llegamos al siguiente hito de nuestra ruta.
7. Km 8,4 - Mirador del Aguamulas
Nuestra senda llega a un gran mirador, que es donde acaba la pista forestal que sube desde el valle del
Guadalquivir y que seguiremos a partir de ahora. Pero antes merece la pena detenerse de nuevo, porque
desde el mirador podemos ver el mismo paisaje que desde La Fresnedilla, pero desde el lado contrario,
pudiendo apreciar mejor lo imponente de El Banderillas y todo su entorno.
Reiniciando nuestra ruta, el ambiente cambia de
nuevo. Ahora ya caminamos por pista forestal en
suave descenso, en medio de un paisaje cien por
cien forestal. El valle, muy estrecho al principio, se
va abriendo poco a poco, y abajo a la izquierda oímos
siempre las aguas cantarinas del Aguamulas,
un río corto pero limpio y salvaje, al que acompañaremos
hasta su desembocadura en el Guadalquivir.
La presencia en este río de trucha común y de mirlo
acuático, fácilmente observable, son buenos indicadores
del excelente estado de sus aguas. Según
bajamos, la vegetación varía, con lentiscos, enebros
y olivillas (Phyllirea angustifolia), además de sabinas,
acompañando a los pinos carrascos. Vemos también
algunos arces y quejigos. Mientras, continuamos
viendo a la izquierda El Banderillas
A partir del kilómetro 10 se abren vistas al frente,
de manera intermitente, hacia la Sierra de Las Villas,
y un poco más adelante vemos el Majal Alto, cuya
cima se identifica por tener una antena. La pista
hace una serie de curvas para salvar el desnivel y
bajar casi hasta el curso del Aguamulas, mientras el bosque es cada vez más diverso, apareciendo bastantes
madroños y mucha encina.
En el kilómetro 13,4 vemos con nitidez el río abajo a nuestra izquierda, y al poco nos ponemos ya casi
a su lado, disfrutando de la cercanía de sus aguas y de su vegetación de ribera, viendo al fondo, a la
izquierda, la inconfundible silueta de la Piedra del Mulón.
8. Km 14,5 - Arroyo del Hombre
En este punto, conocido como Los Caracoles de las Juntas, confluye por la derecha el Arroyo del Hombre,
que proviene del antes citado Cortijo de Cubero. Junta al arroyo parte un camino, al lado de una
pequeña presa, que nos llevaría hasta el Cortijo del Arroyo del Hombre, también llamado Cortijo del
Tío Ratón. Es interesante desviarse por este camino, ya que, al cabo de poco menos de dos kilómetros,
descubriremos un lugar sorprendente, porque las minúsculas y primitivas estancias del citado cortijo
están excavadas en la misma roca, constituyendo un ejemplo extremo de adaptación del hombre a las
condiciones que le ofrece el medio serrano.
Siguiendo por nuestra ruta, la frondosidad del bosque es cada vez mayor, sobre todo en la orilla opuesta,
que está orientada al norte y es conocida como La Asperilla Húmeda.
9. Km 16,4 - Casa de las Tablas
En este paraje, donde el Arroyo de la Campana confluye con el Aguamulas, sale un pequeño camino
a la izquierda, a contramano, que baja al río, siendo un buen lugar para desviarse unos metros de la
ruta y acercarse cómodamente a sus aguas, disfrutando de una pequeña pradera con fresnos y chopos.
Habitualmente hay dispuestos unos troncos que facilitan el cruce del río. Si los usamos debemos asegurarnos
de su buen estado. Una vez en el lado opuesto hay otra agradable pradera. Siguiendo por nuestra
ruta, en el kilómetro 17,3, encontramos una estupenda fuente a la derecha, y unos metros más adelante,
la casa forestal de los Bonales, donde hay una barrera que impide el paso de vehículos por la pista que
estamos recorriendo. Nuestra ruta continúa adelante.
10. Km 18 - Pista del Guadalquivir
Este punto es un cruce importante, ya que hemos llegado a la pista forestal que recorre la orilla derecha
del Guadalquivir, que se convierte en cola del embalse del Tranco cuando hay mucha agua. Hacia la
derecha, esta pista recorre parajes de gran belleza y relevancia ecológica. De hecho, por ella discurre
la Ruta Félix Rodríguez de la Fuente, en honor del inolvidable naturalista que grabó aquí algunas secuencias
de su serie documental «El Hombre y la Tierra». Si recorriéramos esa ruta llegaríamos a dos
magníficos miradores, el de Mirabueno, a 2,3 kilómetros, y el de Cabeza de la Viña, a 6,6 kilómetros.
Para seguir nuestra ruta debemos girar en el citado cruce a la izquierda, admirando los hermosos robles
(quejigos), y observando que la presencia de chopos y hiedra denotan la frescura del lugar a pesar de su
baja altitud (660 metros). A los pocos metros se llega a la piscifactoría del Aguamulas, que suele estar
abierta al público, y enseguida cruzamos el río por un puente, ya a pocos metros de su desembocadura
en el Guadalquivir.
La ruta continúa después junto al Guadalquivir, que queda a nuestra derecha, bastante más ancho y
manso que el Aguamulas. Abundan los grandes quejigos y la vegetación de ribera está dominada por
chopos, tarajes y sauces. La pista, cuyos últimos metros están asfaltados, llanea junto a unas praderías,
pasando junto a un camping.
11. Km 20,6 - Camino a Coto Ríos
En este punto nos desviamos hacia la izquierda por una pista más estrecha, que asciende, enfilando ya
hacia la aldea de Coto Ríos. Dejamos el cementerio a la izquierda y avanzamos por un pinar de pino
carrasco con un cerrado sotobosque mediterráneo en el que abundan la encina y el lentisco.
12. Km 22,5 - Coto Ríos
Esta aldea, a orillas del Guadalquivir, marca el final de nuestra larga etapa. Es una pequeña población
que se creó a mediados del siglo XX por el Instituto Nacional de Colonización para acoger a los serranos
que fueron expulsados de sus cortijos en la montaña cuando se creó el Coto Nacional de Caza
de Cazorla-Segura al que antes nos referimos. Posteriormente, su privilegiada situación en el valle del
Guadalquivir y la cercanía de varios campings han convertido a esta joven aldea en un lugar estratégico.
La presencia del Guadalquivir, de aguas limpias que aún no han sido embalsadas, y las altas montañas
que flanquean su valle, hacen de Coto Ríos un lugar realmente encantador.
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