1. Km 0 - Refugio Majalserbal
Entre pinos laricios y bojedas iniciamos la etapa 9 del sendero Bosques del Sur, ascendiendo por una
pista forestal ancha y en buen estado, que discurre sobre la gran plancha de roca que forma la Lancha de
la Escalera. Un poco más arriba cruzamos la Hoya de las Zamarrillas, y la vegetación que encontramos
a partir de ahí es más propia de la alta montaña, donde la arboleda tiende a desaparecer debido a las
duras condiciones invernales y la falta de terreno fértil.
2. Km 1,5 - Lancha de la Escalera
Desde este gran balcón natural que mira hacia el oeste contemplaremos gran parte de la provincia de
Jaén, con pueblos como Iznatoraf, Úbeda y Baeza, entre otros, además de una gran extensión de la zona
occidental del parque natural. Encajado abajo entre los pinares, aunque muy cerca de la lancha, se deja
ver el pequeño embalse del Aguascebas, perteneciente a la cuenca hidrográfica del Guadalquivir. Nuestro
camino, que se conoce con el nombre de camino a la Cañada del Avellano, desciende ligeramente a
partir de aquí, dejando a la izquierda el Morrón del Cerezo.
3. Km 4,2 - Abrevadero Fuente del Tejo
A la derecha, en una cañada, queda esta fuente a 100 metros de la pista por la que transitamos. Conviene
llenar la cantimplora, porque hasta el final de la ruta no encontraremos otro punto con agua. El
abrevadero nos indica que es zona ganadera por excelencia, cuyos terrenos, a notable altitud, constituyen
cañadas y llanuras de ricos pastos.
A los 600 metros de la fuente, cruzaremos el pequeño Collado del Muerto, y a partir de aquí la pista
discurre prácticamente en llano, bordeando la bella llanura de Jabalcaballo, con pocos desniveles hasta
el kilómetro 8. A la derecha, en las cañadas, encontramos algunas edificaciones que se corresponden
con pequeños cortijos aislados en diferentes estados de conservación.
4. Km 5,4 - Bifurcación de pistas
Debemos continuar la pista hacia la izquierda, ya que hacia la derecha baja hacia algunos de estos cortijos,
situados junto al Arroyo de la Cañada del Avellano. Siguiendo nuestra ruta dejamos a la derecha
el Cortijo de la Berraza, y también hacia la derecha, a unos 700 metros, otra pista de acceso a estas
cortijadas que descartaremos.
5. Km 6,7 - Bifurcación de pistas
Dejamos a la derecha otra de las
pistas que se adentran en la llanura
de Jabalcaballo. Debemos
seguir por la pista izquierda para
encontrar, en algo menos de 300
metros, otra nueva bifurcación,
y en este caso sí deberemos girar
hacia la derecha. A nuestra izquierda
vemos Peña Corva, que
es un pico rocoso desprovisto
de vegetación cuya altitud es de
1559 metros. Es muy recomendable
ascender a esta cumbre por ser un mirador privilegiado sobre la Sierra de Las Villas y el
Valle del Guadalquivir.
6. Km 8 - Fin de Pista en el Pardal
Llegamos a un punto donde acaba la pista, justo frente a la
puerta de acceso al Cortijo del Pardal, habitado en la actualidad,
lejos de cualquier forma de vida convencional. Nuestro
camino, a partir de aquí, sigue manteniendo la dirección suroeste,
y pasa junto a unos bosquetes de pinares de laricio,
dejando a la derecha el cortijo, y paralelamente a la valla que
delimita su propiedad.
7. Km 8,7 - Collado
Llegamos a un pequeño collado donde hay cruce de caminos.
El que arranca hacia la izquierda, delimitado con piedra a
ambos lados, se pierde pronto, al llegar a un terreno que sufrió
un incendio, en el monte de la Torre del Vinagre. Nosotros
continuamos al frente y en ligera subida. Hacia el oeste podemos contemplar el vértice geodésico de El
Pardal a 1580 metros de altitud. Este tramo discurre por un antiguo camino de herradura de anchura
considerable y delimitado con piedras a ambos lados, lo que muestra la importancia que esta vía de
comunicación tuvo en el pasado.
8. Km 9,1 - Alto de Peñas Rubias
A 1500 metros de altitud cruzamos un collado, a partir del cual el paisaje cambia radicalmente. La
vegetación arbórea bajo nosotros es mucho más abundante, apareciendo además alguna bojeda,
sabinas y enebros. A la izquierda tenemos la pared rocosa que da nombre al lugar, sobre la que se
asientan colonias de buitres y córvidos. Continuando la bajada, a pie de la senda, hay un gran pino
laricio, con un resiego, hueco quemado en la base del tronco. Su causa es una antigua costumbre de los
lugareños, quienes, para entrar en calor cuando todo estaba mojado, hacían una herida superficial al
pino, de manera que la resina fluyese poco a poco. Se encendía fuego en el hueco y gracias a la resina
que había fluido se podían calentar unos minutos antes de seguir con la marcha. Esto podía ser muy
importante cuando la humedad, el agua o la nieve impedían encender una hoguera.
9. Km 9,5 - Los Asperones
A los 400 metros de haber cruzado por el alto salimos a unos claros del bosque que se extienden
por varias colinas, hacia la derecha, donde quedan restos de viejas construcciones que sirvieron a los
antiguos moradores de la zona. A partir de aquí, los bosques que encontramos empiezan a diversificarse.
Los centenarios robles (quejigos) compiten con los pinos por el espacio, y el conjunto conforma un
bosque mucho más rico en alimento para la fauna, con bellotas, piñones y otros frutos del sotobosque.
Aparecen algunos arces que salpican el paisaje. Las vistas hacia el Valle del Guadalquivir son muy
amplias, con grandes montañas cubiertas de bosques, entre las que destacan los escarpes y cantiles
acuchillados de El Banderillas en el otro flanco.
En el kilómetro 10,5 dejamos a la derecha la Morra de los Pinos Blancos y un poco más adelante la
senda, que hasta aquí discurría en ligero descenso, asciende unos metros, realizando un zigzagueo para
coger altura. La senda cada vez es más ancha, y se asemeja en algún punto a una pista forestal.
10. Km 11 - Collado de la Nava del Puesto
Tras la ligera subida, llegamos a un collado, donde existe un cruce de sendas. Hacia la derecha, y delimitada
con piedras, una de ellas se asoma a unos cortados desde lo que se divisan varios valles en la
vertiente oeste. Al lado del cruce, hacia la derecha, vemos las ruinas de lo que fue un antiguo refugio
de vigilancia forestal.
Nuestra ruta continúa hacia la izquierda, ya por pista forestal estrecha, de nuevo en descenso hasta el
final de la etapa, cruzando una fértil nava por encima de los 1400 metros de altitud, donde encontramos
representantes botánicos más propios de pisos bioclimáticos alpinos, de hoja caduca, y que en
ocasiones encontramos en la montaña mediterránea, y que aquí se encuentran bien adaptados por las
condiciones microclimáticas de altura, en esta parte de las montañas andaluzas.
En el descenso es frecuente observar fragmentos de ammonites, fósiles de cefalópodos que solían tener
un caparazón en espiral enrollado sobre sí mismo, que se extinguieron hace más de 65 millones de
años y que indican el origen marino de las rocas que forman estas montañas. La normativa de espacios
protegidos prohíbe la recolección de estos fósiles, pero no dejes de fotografiarlos.
11. Km 12,8 - Pista a la Torre del Vinagre
Salimos a una pista más ancha, que deberemos tomar hacia la derecha para llegar al final de etapa en
100 metros. Para llegar a la fuente debemos virar por la pista hacia la izquierda otros 150 metros. No
se ve desde el camino, pero el lugar es fácil de identificar porque veremos a nuestra derecha un amplio
claro, bastante llano y con restos de pequeños aterrazamientos de piedra seca, hechos en su momento
para allanar el terreno y facilitar su labranza. Atravesamos el claro hasta un pequeño abarrancamiento
y allí mismo encontraremos un tornajo de madera y otro abrevadero de obra en la fuente.
12. Km 12,9 - Refugio casa forestal La Zarza
Llegamos al final de la etapa, que a su vez es de punto de partida de otras dos: la etapa 2 de la variante
GR 247.2 hacia Coto Ríos y la etapa 10 hacia La Iruela. La casa forestal se ubica sobre una colina con
unas inmejorables panorámicas de todo el Valle del Guadalquivir y cuenta con unos bancos de piedra
junto a los paneles informativos de cada etapa. Parte de su edificación es usada por rebaños de ovejas
o cabras como lugar de refugio, y otra parte ha sido habilitada como refugio.
Desde la casa forestal parte un sendero señalizado que no forma parte del sendero Bosques del Sur,
pero cuyo recorrido es muy recomendable, tal como se comenta en el final de la descripción de la
citada etapa 2 de la variante GR 247.2.
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A lo largo de esta etapa veremos algunos ejemplares
de quejigos centenarios en la zona de Los Asperones.
Al árbol comúnmente conocido como quejigo (Quercus
faginea) se le llama robre o roble en estas sierras,
denominación que a nivel general se suele reservar
para el roble albar o carballo, propio del norte de la
Península. Como todas las quercíneas, su fruto es una
bellota, y por tanto tiene como parientes en el parque
a la encina o carrasca, al melojo y a la coscoja. Puede
alcanzar los 20 metros de altura, su tronco es derecho
y sus hojas parecidas a las de la encina, pero más flexibles
y claras, permaneciendo marchitas en las ramas
durante algún tiempo antes de que nazca la nueva
generación anual. Abundan en él unas bolas marrones
del tamaño de una nuez. Son las agallas, ejemplo
de colaboración entre una planta y un insecto, que
el quejigo produce como reacción ante la puesta de
huevos de una pequeña avispa. Las larvas se desarrollan
bien protegidas en su interior, del que saldrán
practicando un pequeño agujero.
Aguanta muy bien los contrastes térmicos y los rigores
del frío, del calor y de la sequía veraniega, teniendo
requerimientos parecidos a los de la encina o carrasca,
aunque en relación a ésta necesita suelos algo más
frescos y profundos. Además, es más exigente en humedad
y menos resistente a la insolación y al calor.
La importancia ecológica del quejigar bien conservado
es enorme, por su capacidad para aumentar
la fertilidad del suelo, por la riqueza faunística que
alberga su denso sotobosque y por la belleza de los
paisajes que conforma. Sin embargo, ha sido uno de
los árboles más castigados tanto en nuestra comarca
como fuera de ella, talado para convertir en leña su
madera o para usarla en la construcción, e incendiado
para abrir pastos al ganado, por lo que muchas de sus
antiguas formaciones están degradadas. Pero cuando
se le deja alcanzar todo su esplendor, incluso en terrenos
difíciles, su porte majestuoso desprende una
magia que es todo un símbolo del fértil pasado de las
sierras del parque y de lo que pueden volver a ser parte
de sus bosques si se permite a la Naturaleza dar lo
mejor de sí misma.
Podemos ver quejigos en diversas etapas del GR 247,
destacando el gran quejigar que hay en el Valle del
Guadalentín, en la etapa 14.
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