Larga etapa de 18 kilómetros en la que descendemos más de 700 metros de altitud para desplazamos
a la zona más meridional del parque natural. En la parte inicial contemplaremos grandiosas vistas hacia
las zonas de campiña, tanto de la provincia de Jaén como de Granada, así como los macizos montañosos
de Mágina y Sierra Nevada. El paisaje es abrupto y escarpado, con grandes roquedos y paredones
calizos que condicionan nuestro rumbo en todo el recorrido, dominando los bosques de pinares hasta
el Puerto de Tíscar, y a partir de ahí veremos paisajes más humanizados.
La mayor parte de la etapa discurre por la tranquila pista forestal del Barranco del Garbanzal, construida
fundamentalmente para sacar madera de estos bosques en el siglo pasado. Además de los pasos sobre
el arroyo de Béjar, el arroyo de la Cueva de Jaén o Barranco del Moro y el río Extremera, nos resultará
asombroso cruzar por la Pasada de Bosques, bajo las paredes verticales de los Picones de Fique, pista
tan estrecha que apenas deja pasar un vehículo, que se convirtió en carril forestal hace más de treinta
años gracias al perseverancia y tenacidad de un guarda forestal apellidado Bosques, que con imaginación
y muchísimo trabajo de mampostería, consiguió ensanchar el antiguo camino de herradura para
facilitar el acceso rápido en caso de incendio u otra necesidad y evitando así un importante rodeo.
En el Puerto de Tíscar podremos contemplar la Torre del Infante Don Enrique, atalaya cilíndrica del
siglo XVI, con una puerta de entrada en alto para cumplir sus funciones de vigía sobre las tropas hacia
el reino Nazarí de Granada. Más tarde, el Santuario de Tíscar con su atalaya, enclavados entre la Peña
Negra y el Cerro del Caballo, nos trasladará, por un lado, a la tierra fronteriza que fue durante casi dos
siglos a partir de la reconquista cristiana en 1319, y por otro, al fervor por la Virgen de Tíscar que sienten
buena parte de los habitantes de Quesada y su entorno. Muy cerca encontraremos la impresionante
Cueva del Agua, donde el agua del río Tíscar ha labrado la roca del monte Caballo, formando una gruta
excepcional, de visita obligada.
Las aldeas de Don Pedro y Belerda, de tradiciones y costumbres muy arraigadas que perduran en
el tiempo, están enclavadas entre riscas y peñas calizas y nos indican el final de una etapa llena de
contrastes.
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1. Km 0 - Bifurcación de pistas Collado Zamora
Se inicia esta etapa dejando la pista principal por la que hemos llegado hasta aquí y descendiendo por
otra pista forestal bastante más estrecha en dirección sur. A los 100 metros encontramos una barrera
que limita el acceso a vehículos a motor, la cruzamos y nos dirigimos hacia un barranco bastante profundo
que cruza perpendicularmente. El suelo de esta ladera es bastante pobre, con afloramientos de
roca que condicionan en gran medida la colonización arbórea. Aquí el pino laricio no tiene competidor
alguno, retorciendo sus raíces entre las rocas para aferrarse a la vida.
2. Km 0,9 - Río Béjar
Cruzamos este río de alta montaña, viendo a la izquierda uno de tantos diques construidos en estos
montes para frenar la acción erosiva del agua. Encontraremos diferencias notables en la vegetación
entre distintas laderas, aun a la misma altitud, lo que se debe a los diversos microclimas que se generan
en función de la clase de suelo y de la orientación, que determina la luz que reciben y las temperaturas.
3. Km 1,9 - Zona interés botánico
En una de las curvas por las que desciende esta pista forestal encontramos un rincón singular que nos
llamará la atención porque es diferente a lo visto hasta ahora. Hay una valla que rodea un área de especial
protección, a la derecha de la pista. Tanto dentro como fuera de la misma se encuentran ejemplares
de especies más propias del norte de España que del sur, que contrastan con la vegetación que nos
rodea y forman una pequeña isla botánica, aisladas al no encontrarse condiciones similares en varios
kilómetros a la redonda. Además de arces, robles, bojes y madreselvas observaremos varios ejemplares
de tejo, el árbol más longevo de Europa, de madera muy resistente, que en tiempos pasados fue muy
apreciado en la fabricación de arcos y en la construcción naval, y que curiosamente tuvo un papel más
que importante en época romana, al utilizarse su mortal toxina como veneno, ya que todas las partes
del árbol son venenosas salvo la pulpa rojiza del arilo que rodea la semilla.
4. Km 4,1 - Arroyo de la Cueva de Jaén
Después de disfrutar de unas excepcionales vistas sobre el pueblo de Quesada, Sierra Mágina, el Barranco
de Béjar y el propio Collado Zamora, lugar de partida, dejamos a la izquierda un pequeño promontorio
redondeado y sin vegetación arbórea, a 3,6 km del inicio. Bajo nosotros un barranco nos anuncia la
cercanía del Arroyo de la Cueva de Jaén. Este lugar es ideal para observar una colonia de buitre leonado,
que al otro lado del barranco encuentra en los estratos de un pliegue sedimentario los huecos y cornisas
ideales para descansar y nidificar. Además de halcones y otras rapaces que habitan en todo el parque,
en esta zona podemos con un poco de suerte contemplar el vuelo ágil y majestuoso de la mayor de
nuestras rapaces, el águila real. Para la observación de aves es conveniente pasar lo más desapercibidos
posible, por lo que no es conveniente salir de la pista. Son aves protegidas y los paredones verticales
tienen gran importancia porque en ellas están sus puntos de nidificación.
Continuando nuestra pista dejaremos dos carriles hacia la derecha antes de llegar al Arroyo de la Cueva
de Jaén. A la izquierda impresionan los paredones verticales, detrás los cuales se ubica el Aguilón
del Loco, a 1856 metros de altitud, cuyas aguas de deshielo nutren a este arroyo. Al otro lado de este
arroyo la pista discurre bajo las buitreras que hemos visualizado anteriormente. Tras un buen trecho
de caminar relajado llegamos, a 6,7 kilómetros del inicio, al Collado de la Hoya de los Corzos, donde
descartaremos otra pista forestal que arranca hacia la derecha. A partir de aquí nuestro camino zigzaguea
en descenso algo más acusado.
5. Km 8,25 - Río Extremera
La vegetación ha cambiado drásticamente, apareciendo los pinos carrascos mezclados con encinas,
coscojas, sabinas, enebros, y bojes. Llegamos al río Extremera, cuyas aguas cristalinas descienden desde
el Barranco de los Arenales y el Barranco Extremera, situados ambos bajo el Picón del Guante, otra de
las cimas de esta zona, para cruzar después por la Cerrada Extremera, situada a la izquierda de la pista
donde nos encontramos. Deberemos vadear el río y descartar a los 100 metros otra pista en mal estado
que sale a la derecha. A partir de aquí caminaremos paralelamente al cortado calizo que hay a la izquierda,
mientras hacia la derecha los olivares nos marcan el límite del espacio protegido.
A 9,6 kilómetros del inicio, en un pequeño calvero del bosque, dejamos a la izquierda las ruinas de la
casa forestal de El Garbanzal, de la que apenas queda algún pequeño murete. A escasos metros encontramos
una bifurcación de pistas y debemos seguir la izquierda, para realizar uno de los tramos más espectaculares del sendero Bosques del Sur, la Pasada
de Bosques, cruzando los Picones de Fique. Cuesta
creer que por este camino puedan pasar vehículos,
pues impresiona incluso caminando. Tras acercarnos
progresivamente a la pared vertical caliza que mantenemos
a la izquierda, el camino gana altura para
cruzar por un portillo entre las piedras.
6. Km 11,5 - Barrera
Al salir del portillo encontramos otra barrera que limita
el acceso de vehículos. Estamos en la loma de
Los Picones y a la izquierda llama nuestra atención El
Rayal, de 1834 metros de altitud. Unos pocos olivos y
almendros frente a nosotros nos indican que hemos
llegado a paisajes más humanizados. Llegamos a una
pista más ancha que la llevada hasta ahora, en cuyo
cruce deberemos seguir hacia la derecha en descenso
hasta el kilómetro 12,3 de nuestra ruta, donde llegaremos
a la carretera A-6206. Esta nos acompañará
hacia la derecha durante 500 metros, ahora en suave
subida.
7. Km 12,8 - Puerto de Tíscar
Coronamos el Puerto de Tíscar a 1183 metros de altitud.
Además de saciar nuestra sed en la fuente que
allí existe, es visita obligada el Torreón del Infante
Enrique, con su llamativa escalera metálica exterior de caracol. Se dominan desde aquí una grandes
extensiones tanto de campiña como de sierra, dominadas por cumbres como el Rayal y el Caballo.
Nuestra ruta continúa por una pista olivarera, que alterna en tramos con camino de herradura en dirección
suroeste. Caminamos en descenso y en dirección hacia otra atalaya, situada sobre la cresta rocosa
de las Peñas Negras, destacando en el valle. En este recorrido cruzaremos en dos ocasiones la carretera
A-6206, hasta llegar a la fuente del Vadillo, situada junto a un bar-restaurante. Allí cruzamos el Arroyo
Vadillo y nos incorporamos a la citada carretera a 15,3 km del inicio.
8. Km 15,6 - Tíscar
Transitamos unos 300 metros por la carretera para desviarnos, hacia la izquierda, por la entrada a Tíscar,
que significa paso entre montañas en lengua bereber. Un curioso túnel bajo una edificación da acceso
a la pequeña plaza donde se ubica el santuario de Tíscar, donde también encontraremos varias fuentes.
En el santuario destacan las puertas de acceso a la iglesia a través del atrio, la sacristía y pequeñas
imágenes de terracota de la Virgen y los Evangelistas. Y justo arriba, por encima de la aldea, se ubica la
atalaya, de difícil y peligroso acceso.
Después de la visitar Tíscar, saldremos por la otra entrada
existente, y nos volvemos a incorporar a la carretera hacia la
izquierda, justo donde se ubica un pequeño mirador sobre
la cerrada que bajo nosotros ha formado el río Tíscar.
Acompañamos 200 metros la vía asfaltada para desviarnos
posteriormente hacia la derecha, siguiendo una señal que
indica «Monumento Natural Cueva del Agua». Dejamos la
pista asfaltada de acceso a la cueva a escasos 100 metros,
para continuar por pista olivarera de tierra hacia la izquierda.
Una pequeña era circular bajo nosotros nos indica el
camino a seguir.
En este punto debemos hacer un alto obligado y realizar
un pequeño desvío para visitar la impresionante Cueva del
Agua. Hay que continuar la pista asfaltada 100 metros más,
y después un pequeño túnel peatonal de 10 metros de largo
y un metro de altura da acceso a la gruta. En ella se observan
caprichosas formas de piedra, entre saltos y pozas de agua,
con una vegetación rupícola característica y exuberante.
Cuenta la leyenda que, durante la época musulmana, los
cristianos tenían gran interés en recuperar este paraje por haber sido escenario de una aparición de la
Virgen. Por ello los moros arrojaban su imagen desde la torre a la cerrada del río, pero la imagen volvía a
aparecer una y otra vez. Cansados de ello, su jefe, Mahomad Andón, la rompió en pedazos, pero cuando
los cristianos conquistaron el castillo misteriosamente la Virgen volvió a aparecer.
9. Km 16,7 - Don Pedro
Accedemos a esta aldea por su parte alta. Es muy pequeña y algo dispersa, en torno a una única calle
principal cementada descendente. Recibe su nombre en honor al infante Don Pedro, tío de Alfonso XI,
quien en 1319 conquistó la fortaleza hispanomusulmana de Tíscar. Con menos de cien habitantes y
rodeada de olivares de montaña, sus vecinos parecen haber detenido el tiempo y mantienen un fuerte
arraigo a sus costumbres y tradiciones. Por pista cementada descendemos entre olivares, dejando a la
derecha el llamado Pilón Azul, lugar de seres mágicos y leyenda, que se ubica justo donde se abre el
barranco, donde una encantadora cascada precipita las aguas del río Tiscar sobre una poza, originando
un placentero frescor y una singular zona de baño durante el estío.
10. Km 18 - Belerda
Más tarde, la pista cementada discurre muy cerca del río Tíscar y en paralelo al mismo. Dejamos hacia la
derecha una entrada a La Mendoreja, pequeña cortijada a mitad de camino entre Don Pedro y nuestro
final de etapa, que es Belerda. Está enclavada bajo el abrigo de grandes paredones rocosos y es una de
las aldeas más pintorescas y acogedoras de toda la zona. Es también punto de partida de la siguiente
etapa del sendero Bosques del Sur, que parte hacia la izquierda, a escasos 100 metros del final de esta.
Tanto en la zona de Tíscar, como en Don Pedro y Belerda existen alojamientos turísticos, fundamentalmente
casas rurales, siendo recomendable concertar la reserva previamente.
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La abundancia actual y la extraordinaria adaptación al
medio de la cabra montés (Capra pyrenaica) dan a esta
especie un aureola de animal imbatible, resistente a
todo. En realidad, es resistente a casi todo. Aguanta el
frío, la nieve, el viento, el hielo, el calor, los suelos rocosos,
la escasez de alimento en invierno. Pero es frágil a una
errónea gestión de su medio por parte del hombre. La
prueba la tuvimos a finales de la década de los 80 del
siglo XX, cuando el parque estuvo a punto de perder por
completo a la especie que tantas veces ha sido calificada
como reina de las cumbres.
En efecto, en aquellas fechas se desató una epidemia
de sarna, causada por el ácaro Sarcoptes scabiei, que en
algo más de un año acabó con el 90% de los ejemplares
de cabra montés. Sus poblaciones se redujeron de unos
10.000-12.000 individuos que había en 1986, a unos 250-
300 a la que quedaron en 1991.
Varias fueron las causas que originaron este drástico
declive. Entre ellas destaca la superpoblación de ciervos,
gamos y muflones, habiendo sido las dos últimas
especies artificialmente introducidas para fomentar la
caza mayor, y cuyas poblaciones crecieron desmesuradamente
en ausencia de su predador natural, el lobo, lo
que, de alguna manera, arrinconó a la cabra en la lucha
por el espacio, privándole de recursos alimenticios que
la debilitaron, haciéndola más susceptible a contraer
enfermedades.
Esta situación fue advertida en diversos estudios científicos
de los años 1978 y 1985, empezando a verse los
primeros cadáveres en 1987, sin que la Administración
tomara medidas. Solo en 1989, cuando la sarna era ya un
problema que afectaba a la mayor parte de la población
de cabra montés, la Administración comenzó a tomar
medidas de control, reduciendo mediante caza selectiva
las poblaciones de gamos, muflones y ciervos, cuya
superpoblación, por otra parte, había demostrado ser
perjudicial para algunas especies de flora protegidas por
su escasez.
La otra causa directa de esta epidemia de sarna se debió
al ganado doméstico y sobre todo a las condiciones zoosanitarias
de dicha cabaña, pues algunos investigadores
apuntaron a que fue este ganado el que transmitió la
enfermedad a la cabra montés. Por suerte, hoy en día la
cabaña ganadera del parque está en perfectas condiciones
sanitarias.
La cabra montés se salvó de la extinción, pero sigue
siendo necesaria la regulación de las poblaciones de los
grandes mamíferos para restablecer el equilibrio ecológico
que se rompió con la introducción y fomento artificial
de algunos de ellos.
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